Puede parecer que la vida es finita, pero el principio y el fin no son lineales, sino cíclicos. Se puede pensar que lo que uno ve es todo lo que existe, pero es relativo. La vida es atemporal, todo aparece, desaparece y vuelve a aparecer. El flujo de agua sube y baja lentamente, permitiendo ver o no ver, haciéndonos conscientes de la fuente más valiosa de todas: el tiempo.
La materialidad de la instalación nace del paisaje suizo, concretamente de sus montañas y del agua de sus lagos. En su interior, las perlas de gel simbolizan la pureza, la precisión y el prestigio de la casa La Prairie.